Abro el ojo. Miro la ventana. Es de noche. Tengo que ir al baño…otra vez. Ya ni miro el reloj. Mi barriga se pone dura. Me meto a la cama. Me muevo sin acomodarme…otra vez. Miro el reloj. Son las 5 AM. Me muevo de un lado al otro. Le digo a Mau que me siento rara. Respiro. Tratamos de volvernos a dormir. Mau hace desayuno. Me paro de la cama y camino por la casa. Veo mi maleta para el hospital a medio hacer. Meto cosas, saco cosas. El desayuno esta listo. Nos sentamos en la barra de la cocina. Huevos y arepa con queso. Como un bocado. Dos. Respiro. Me paro. Mi arepa mordisqueada me dice que estoy en trabajo de parto…es mi favorita y no me pasa. Camino por ahí. Tomo agua. Voy al baño. Estoy sangrando. Sangrar es normal y me alegra saberlo. Comienzan las contracciones. Mau baja una aplicación para ver que tan largas son y cuanto duran. Un minuto cada 5 minutos. Mau llama a Suzanne, mi ginecóloga. No ha llegado al consultorio. Son las 10 AM. Nos devuelve la llamada. Hablamos y me confirma que estoy empezando trabajo de parto. Ella sabe que quiero quedarme en la casa lo mas que pueda. “Te veo en el hospital cuando estés lista.” Nos alistamos. Me meto a la ducha. El agua caliente me relaja y me distrae de las contracciones. Respiro. Salgo de la ducha y me acurruco en el piso. Pienso “Mi cuerpo es perfecto, mi cuerpo es sabio, mi cuerpo es hermoso”. Estiro haciendo la pose del niño. Le pido a Mau que me traiga un banquito. Me pongo en cuatro mientras respiro. Me acuerdo del ejercicio del globo rojo (Hypnobirthing). Cuento. Respiro. Siento las contracciones mas abajo. Pienso que son olas de energía pasando por mi cuerpo, trato de no pensar. Las siento en la pelvis. Me visto. Pantalones de sudadera y un top negro. Camino. Entre contracción y contracción me da la mandadera. Le digo a Mau que haga mil cosas a la vez. Mete esto en la maleta. Llama a mis papas. Aguita porfa. El respira. Yo respiro. Me arrodillo en el sofa y pongo los brazos en el espaldar. Estoy mas cómoda en esa posición. Me quedo ahí. Le pido a Mau que me haga presión en la espalda durante la siguiente contracción (como en el curso psicoprofilactico de Bini Birth). Me ayuda. Mau me da un beso en el hombro. ‘Sin besito por favor”. En chiste pero en serio. Me trae un vaso de agua. Me la tomo. Viene otra contracción. Trato de no pensar que me duele. Es difícil. Me acuerdo de una meditación para el dolor que hacia mi amiga Nicole. Visualizo que el dolor se desintegra. Ayuda un poco. Me concentro en mi cuerpo cambiando, expandiéndose. En la siguiente contracción me acuerdo de una historia que leí en el libro de Ina May sobre una mujer que tuvo un bebé de 10 libras visualizando una toronja. Visualizo una toronja. Camino. Pienso en Georgina, mi profesora de yoga prenatal. “Tu puedes hacer lo que sea por 1 minuto”. Cuento hasta 60. Tiene razón.
Al medio día Mau me ofrece almuerzo. No tengo ganas de comer. Me hace un jugo. Me tomo la mitad. Me siento en la mecedora. Me paro. “Es hora de irnos. Salgamos YA” digo. Mau empaca el carro. Es la 1:30 PM. Traigo unas almohadas. Me siento en la silla de atrás. Me duele al sentarme. Me arrodillo mirando hacia vidrio retrovisor. Mucho mejor. Respiro. Pierdo la noción del tiempo. Siento las curvas de la calle. Respiro y sudo como un caballo. Me relajo al máximo entre cada contracción tratando de no pensar en la próxima. Me concentro en los periodos de relajación en vez de las contracciones. En las contracciones cuento y repito en mi mente “ Mi cuerpo es perfecto, mi cuerpo es sabio, mi cuerpo es hermoso”. Aun cuando tengo dudas y me da miedo repito estas palabras en mi mente una y otra vez. Es intenso. Trato de no tensionar nada. Respiro. Relajo la mandíbula. Llegamos al parqueadero. Medimos las contracciones. Duran 1 minuto cada 3 minutos. Camino por el parqueadero haciendo presión en la espalda. Paro y respiro varias veces. Sudo y sudo. Cuando llegamos a admisiones me recuesto en el escritorio respirando profundamente. “Primera vez?” me preguntan. Si. Me dicen que ahora me asignan el cuarto. Parece una eternidad. Me pierdo nuevamente en el tiempo.
Entramos al cuarto. Hay un sofá. Me siento y un minuto después estoy de rodillas mirando por la ventana. Pongo mi cabeza en el espaldar. Firmo unos papeles que me traen en el hospital. Vuelvo al sofá. Rompo fuente. Voy al baño. Parece que el tapón mucoso salio. Llega la enfermera. Me pongo la bata. Se siente acartonada pero trato de no prestarle mucha atención. Oigo a la enfermera y a Mau revisando nuestra lista de preferencias o plan de parto mientras me cambio. La enfermera pregunta si somos testigos de Jehová. Quiero el menor numero de intervenciones. Mientras estoy sentada en el inodoro mi cuerpo empieza a pujar. La enfermera me dice que es muy pronto para pujar. “Sopla la vela” me dice. Respiro como si estuviera soplando una vela pero mi cuerpo puja de nuevo. Me recuesto en la cama pero el dolor es más fuerte y me quiero parar otra vez. Claudia (la enfermera) me dice que debo estar acostada para monitorear el bebé. Me pongo de medio lado y me agarro de la baranda de la cama. El dolor es intenso pero esta posición me ayuda. Mau esta a mi lado. Esta calmado y sonríe nerviosamente. Cierro los ojos y vuelvo a enfocarme en mi. Escucho a la enfermera decir que no escucha bien el latido del corazón del bebé. Me asusto. Pero me espero a la lectura en la siguiente contracción. Ella dice: “ AL bebé no le gusta esta contracción”. Que quiere decir con eso? Se que es normal que las pulsaciones del bebé se bajen al final de cada contracción. Otra vez me alegro de saber esto. Empiezo a sonreír al final de cada contracción y le digo en mi mente a Lucas que todo esta bien. De donde salio esa idea? Ni idea. Locuras que se le vienen a uno a la cabeza cuando esta en trabajo de parto. Pero decido seguir mi intuición y seguir con mi locura sin pararle muchas bolas a lo que la enfermera dice. Respiro, sonrío como una loca, respiro, sonrío como una loca y CONFIO en que todo está bien.
Después de monitorear un par de contracciones la enfermera me hace un examen pélvico. Es raro que un extraño le meta a uno la mano por allá pero trato de relajarme al máximo. Me acuerdo del libro Parto Orgásmico, que me hizo recordar que un parto es una experiencia sexual. Me relajo. Loco pero hace el examen menos incómodo. La enfermera termina el examen y coje el teléfono. Pregunta si mi doctora esta en el hospital. Les pide que la llamen. “Su paciente está dilatada completamente” dice. Cuelga el teléfono y nos dice que al hacer el examen toco el pelo del bebé. No lo puedo creer. Esperar a la doctora parece una eternidad y a la vez un Segundo. Me pinchan en el brazo para ponerme la vía intravenosa. No quiero estar conectada a nada. Es mi primera vez en un hospital. La enfermera me pincha varias veces. Agarra la vena pero no sale sangre. Viene otra enfermera. Intenta e intenta, sin lograrlo. Sigo respirando. Llaman al anestesiólogo. Los pinchazos no me molestan. Son como cosquillitas comparadas con cada contracción. Respiro. Respiro. Respiro. Agarro la manija de la cama. Savasana, posición de yoga del muerto. Me pierdo en esta secuencia. Suzanne llega. “Como estas?”. Le sonrío. Me hace otro examen pélvico. Me mira a los ojos y me dice: “Estas lista para tener tu bebé”. Seguimos esperando a que el anestesiólogo agarre la vena. Después de unos minutos ella le dice: “Entiendo que la vía es parte del procedimiento normal pero ella está lista para tener su bebé. Si no la agarras en la próxima déjala tener su bebé. Te parece?”. Oír estas palabras me da un alivio. Agarra la vena en el ultimo intento y me siento en la cama.
Me pide que me acerque al borde y saca los estribos. Odio esos aparatejos. Le pregunto si puedo pujar en cuclillas. Me dice: “Me va a matar la espalda pero ensayemos a ver que pasa”. Me pongo en cuclillas. Pujo dos veces. Es difícil monitorear al bebé dice la enfermera. Suzanne me propone otra posición. Pongo mis pies en la barra alrededor de la cama. Amarran una sábana en la barra para jalar mientras pujo. La enfermera me agarra una pierna. Mau la otra. La presión aumenta. Mi cuerpo puja. Respiro y apago la vela. La doctora pone su mano en mi vagina y me dice que dirija el pujo hacia sus dedos. Funciona. Siento al bebé moviéndose hacia abajo. Mas presión. Pujo suave pero firme con cada contracción y me relajo totalmente en la cama después de cada una, como la posición final en una clase de yoga. Pierdo la noción del tiempo aun mas y dejo de contar. Soltar. Estar en el presente. Oigo la voz de Suzanne a lo lejos pero a la vez muy cerca. Mau me dice que puede ver la cabeza. Me da miedo rasgarme. “Mi cuerpo es perfecto, mi cuerpo es sabio, mi cuerpo es hermoso”. Respiro con la boca abierta haciendo la respiración del caballo. Leí en algún lado que ayudaba. Leí mucho. Me arde la piel de la vagina. “El anillo de fuego”. Dura 20 segundos. Mi bebé va a nacer. Lucas! Estoy en la mitad de una pujada. “Quieres esperar a la próxima contracción y descansar o seguimos?” pregunta mi doctora. Acabemos con esto de una vez. Seguimos. Suzanne me dice: “Yo se que duele y quieres huir del dolor. Pero no lo hagas. Puja donde te duele y tu bebé va a salir en cualquier momento. Créeme”. Le creo. Mando mi respiración y mi pujo hacia el dolor a pesar de que siento que la pelvis se me va a partir en dos. Gruño. En un Segundo esta afuera. Lo ponen en mi pecho. Esta hirviendo. La enfermera le limpia sus vías respiratorias. Sus ojotes abiertos mirándome. Me derrito. Nada me duele. Le hablo y le explico que le están haciendo. Siento su piel sobre la mía. Miro a Mau. Lloramos de felicidad. Somos 3. Son las 3:47 PM.
Si quiere seguir leyendo aquí esta el resto (siempre tuve curiosidad que pasa después).
Lucas descansa en mi pecho. Después de que el cordón umbilical se pone blanco Suzanne le pregunta a Mau si quiere cortarlo. Lo corta. Me dicen que la placenta esta lista para salir si quiero pujar. “No va a doler”. Pujo. Sale. Como gelatina. No me duele. Lucas se mueve hacia mi pecho y amamanta por primera vez. Descansa en mi pecho nuevamente. Me rasgue un poco pero dicen que no es grave. Me ponen anestesia local y me ponen los puntos. Mis piernas tiemblan, como si hubiera corrido una maratón. Después de una hora Mau alza a Lucas y le hacen unos exámenes en una estación al otro lado del cuarto. La enfermera me recomienda tomar jugo y agua e ir al baño por lo menos tres veces en las siguientes 8 horas para evitar que me pongan un catéter urinario. Me da miedo otra vez. Me tomo todo el líquido que se me pasa por el frente. Cuando estoy lista para ir al baño le pido a la enfermera que me ayude. Me paro y camino al baño cogida de su brazo. Cuando me siento en el inodoro siento miedo de que me vuelva a doler. Sigue el parto. “Mi cuerpo es perfecto, mi cuerpo es sabio, mi cuerpo es hermoso”. Me relajo respiro y confío. Arde. Debe arder. Acabo de tener un bebé.
Me pasan a otro cuarto. Me traen hielo para ponerme por allá abajo. Todo se duerme. Se siente bien. Que alivio. Duele como un buen estiramiento. Solo quiero dormir. Lucas duerme en una cunita a mi lado. Mau salio a comer algo después de un largo día. Me traen mis medicamentos. Cuales medicamentos? Motrin. Decido esperar. El dolor es fuerte pero lo puedo aguantar si estoy acostada. Para mi el dolor tiene un mensaje. Nos pide quietud, que bajemos el ritmo, que descansemos para recuperarnos y sanarnos. Acabo de tener un bebé. Es incomodo, si, pero lo único que tengo que hacer en este momento es echarme en la cama y abrazar a este pequeño ser mientras se acostumbra a este nuevo mundo y empezar a conocerlo poco a poco. Sin afán.